miércoles, 12 de enero de 2011

Romeo y Julieta



Romeo.- ¡Se burla de las llagas el que nunca recibió una herida!
(Julieta aparece arriba, en una ventana)
Pero, ¡silencio!, ¿qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el Oriente, y Julieta el sol! ¡ Surge, esplendente sol, y mata a la envidiosa luna, lánguida y pálida de sentimiento porque tú, su doncella, la has aventajado en hermosura! ¡No la sirvas, que es envidiosa! Su tocado de vestal es enfermizo y amarillento, y no son sino bufones los que lo usan. [Deséchalo! ¡Es mi dueño! ¡Oh, es mi amor! ¡Oh, si ella lo supiera!... Habla...; mas nada se escucha; pero ¿qué importa? ¡Hablan sus ojos; le responderé!... Soy demasiado atrevido. No es a mí a quien habla. Dos de las más resplandecientes estrellas de todo el cielo, teniendo algún quehacer, ruegan a sus ojos que brillen en sus esferas hasta su retorno. ¿Y si los ojos de ella estuvieran en el firmamento y las estrellas en su rostro? ¡El fulgor de sus mejillas avergonzaría a esos astros, como la luz del día a la de una lámpara! ¡Sus ojos lanzarían desde la bóveda celeste unos rayos tan claros a través de la región etérea, que cantarían las aves creyendo llegada la aurora!... ¡Mirad cómo apoya en su mano la mejilla! ¡Oh! ¡Quién fuera guante de esa mano para poder tocar esa mejilla!

Julieta.- ¡Ay de mí!

Romeo.- Habla. ¡Oh! ¡Habla otra vez ángel resplandeciente!... Porque esta noche apareces tan esplendorosa sobre mi cabeza como un alado mensajero celeste ante los ojos estáticos y maravillados de los mortales, que se inclinan hacia atrás para verle, cuando él cabalga sobre las tardas perezosas nubes y navega en el seno del aire.

Julieta.- ¡Oh, Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? Niega a tu padre y rehúsa tu nombre; o, si no quieres, júrame tan solo que me amas, y dejaré yo de ser una Capuleto.

Romeo.- (Aparte) ¿Continuaré oyéndola, o hablo ahora?

Julieta.- ¡Solo tu nombre es mi enemigo! ¡Porque tú eres tú mismo, seas o no Montesco! ¿Qué es Montesco? No es mi mano, ni mi pie, ni brazo, ni rostro, ni parte alguna que pertenezca a un hombre. ¡Oh, sea otro tu nombre! ¿Qué hay en tu nombre? ¡Lo que llamamos rosa exhalaría el mismo grato perfume con cualquiera otra denominación! De igual modo Romeo, aunque Romeo no se llamara, conservaría sin este título las raras perfecciones que atesora. ¡Romeo, rechaza tu nombre; y, a cambio de ese nombre, que no forma parte de ti, tómame a mí toda entera!

Romeo.- Te cojo tu palabra. Llámame solo "amor mío", y seré nuevamente bautizado. ¡Desde ahora mismo dejaré de ser Romeo!

Julieta.- ¿Quién eres tú, que así, envuelto en la noche, sorprendes de tal modo mis secretos?
Romeo.- ¡No sé cómo expresarte con un nombre quien soy! Mi nombre, santa adorada, me es odioso, por ser para ti un enemigo. De tenerla escrita, rasgaría esa palabra.

Julieta.- Todavía no han librado mis oídos cien palabras de esa lengua, y conozco ya el acento. ¿No eres tú Romeo y Montesco?

Romeo.- Ni uno ni otro, hermosa doncella, si los dos te desagradan.

W. Shakespeare, La tragedia de Romeo y Julieta, Aguilar, S.A. de Ediciones, Club Internacional del Libro, Madrid, 1983. Acto segunto, escena II.


CUESTIONES

1. Localiza esta escena en la trama de la obra y resume su contenido.

2. ¿Qué distintas actitudes muestran Romeo y Julieta ante la dificultad que para su relación amorosa supone el enfrentamiento entre Montescos y Capuletos?

3. ¿Qué repercusiones tiene esta escena en el desarrollo posterior de la trama?

4. ¿Qué diferencias estilísticas se observan entre las intervenciones de uno y otro?




COMENTARIO DEL TEXTO

Localización (acto, capítulo, momentos anteriores y posteriores) – argumento – tema – estructura (partes mencionadas con toda precisión) – comentario (sentido, recursos literarios)

[localización]
   El fragmento pertenece a la escena II del acto II y es el segundo encuentro entre ambos jóvenes. Romeo conoce a Julieta en la fiesta que el padre de ésta acostumbra a dar todos los años. El joven, enmascarado, ha asistido a ella sin invitación esperando encontrar allí a la desdeñosa Rosalinda, pero a quien ve es a Julieta, de la que se enamora inmediatamente. Cuando sale con Mercurio y Bembolio, la joven, intensamente atraída por él, pide a la dueña que se entere de su nombre: es Romeo Montesco, hijo único de la odiada familia rival de Verona.

   [resumen]
   Conocida como la “escena del balcón”, el encuentro tiene lugar durante la misma noche de la fiesta. Romeo ha rehuido la compañía de Bembolio y de Mercurio (a él va dirigida la primera frase de su intervención) y ha escalado las paredes del jardín privado de Julieta. En la oscuridad, oculto entre la fronda, puede contemplar con detenimiento a Julieta en su balcón: la descripción inicial (elaborada un “aparte”: esto es, un texto recitado por un actor que los espectadores pueden oír, pero no la actriz que está mucho más cerca de él) contiene una descripción idealizada de identificaciones petrarquistas.
   Cuando Romeo contesta en voz alta a la confesión de la joven (sus tres primeras intervenciones son “apartes” que Julieta no puede oír), el diálogo de los amantes se centra en el obstáculo principal de este nuevo amor: pertenecen a familias enfrentadas desde hace varias generaciones. De ahí los lamentos de Julieta, más preocupada por este obstáculo, (ojalá no se apellidara Montesco), el primer indicio de rebeldía ante su padre (¿qué importa cómo se llame? ¿por qué este amor no va a ser tan puro como cualquier otro?) y las promesas apasionadas de Romeo decidido sin ninguna duda a que esa circunstancia no suponga ningún estorbo (reniego de ni nombre y apellido “si los dos te desagradan”).

[Tema y estructura]
   El tema del fragmento, por tanto, es el compromiso de dos jóvenes que afirman su amor recíproco por encima de poderosos obstáculos de los que son plenamente conscientes. En el texto pueden distinguirse dos partes: la primera (“¡Se burla de las llagas... a mí toda entera!) está formada por monólogos alternos de los amantes, ignorante la joven de la presencia de Romeo; la segunda (“Te cojo la palabra... te desagradan”) es un verdadero diálogo que confirma la profunda atracción que sienten el uno por el otro.

[Comentario: sentido y recursos]
   El texto se abre con una descripción de Julieta que hace Romeo, repleta de hipérboles e imágenes propias de la poesía amorosa, cuyo origen, como dijimos, es Petrarca. Aunque es de  noche, dice Romeo, el balcón es el Oriente puesto que Julieta es el sol (metáforas normales), es más hermosa que la luna (símil), que lleva un vestido amarillento y enfermizo (personificación). Sus ojos son “dos de las más resplandecientes estrellas (metáfora normal), el brillo de sus mejillas avergonzaría a los astros (símil  e hipérbole), sus ojos son rayos de luz que engañaría a las aves (metáfora e hipérbole), haciéndoles creer que amanecía.
   En su siguiente intervención emplea recursos retóricos similares aplicados a la luna (“ángel resplandeciente”, metáfora pura), “como un alado mensajero” (símil).
   La escena es de una extraordinaria importancia en el desarrollo de la trama por varias razones: de un lado, precipita los acontecimientos. En los protocolos del galanteo, de la  seducción amorosa la joven debía contestar negativamente a la primera proposición (por timidez y pudor, pero también para poner a prueba al amante): ahora, después de que Romeo haya oído su confesión amorosa (“tómame toda entera”) eso ya no tiene sentido, con lo que la relación se dirigirá rápidamente hacia su desenlace (Romeo y Julieta se casan la tercera vez que se ven, una “precipitación” considerada un defecto de la obra por ciertos críticos).
   Por otro lado, si “Romeo y Julieta” es una comedia que se desliza progresivamente hacia la tragedia, la escena que comentamos es precisamente el gozne entre una y otra. La imprudencia de la joven la lleva a reconocer su amor, el compromiso entre ambos se enfrentará al odio entre familias, la promesa de la muchacha (que aún no ha cumplido quince años) lleva inseminado la desobediencia al padre cuando este le anuncie un matrimonio concertado por él.
   En la escena, tanto Romeo utiliza un registro más elevado y poético que Julieta (que utiliza un lenguaje más transparente, sencillo y más infantil; al fin y al cabo, no es más que una niña), pero hay un marcado contraste entre las primeras intervenciones de los amantes, muy líricas, y las últimas, más prosaicas: un diálogo real que aborda las dificultades a las que se enfrentan.